Por Franco Cerutti
### La inmunidad del Presidente se decide en el Bar La Sele
Alajuelita, 7 de diciembre de 2025, 11:17 a.m.
El sol pega como si estuviera enojado con el zinc del Bar La Sele y dentro huele a Imperial caliente, frijoles molidos y a esperanza política que ya lleva tres días caducada.
Don Chalo, detrás del mostrador, limpia el mismo vaso desde hace media hora porque tiene la mirada perdida en el televisor donde pasan, otra vez, la noticia: «La inmunidad de Rodrigo Chaves depende de una fracción».
Doña Mary, que lleva cincuenta años sirviendo casados y cuarenta y nueve odiando a los clientes, suelta el cucharón y grita:
—¡Otra vez con lo mismo! ¡Ese hombre tiene más inmunidad que yo contra el romanticismo!
En la mesa del fondo, Don Pepito “El Chiquitico”, cronista oficial del barrio, ya está tomando apuntes en una servilleta manchada de salsa Lizano. Lleva una camisa de la Sele del 90 que le queda como carpa de circo y un lapicero que dice “Banco Nacional – 50 años robándonos con cariño”.
—Miren, muchá —empieza El Chiquitico, alzando la voz como si fuera locutor de radio Monumental—, aquí el asunto es simple: si la fracción esa vota que sí, el Presidente pierde la capita mágica y lo pueden juzgar como a cualquiera de nosotros. O sea, como a mí cuando me agarraron orinando el poste de la soda de doña Lela.
Don Roderico, que llegó al bar en 1998 a tomarse una cerveza y nunca terminada, levanta la cabeza del plato de chifrijo fósil:
—¿Y quién carajo es la fracción esa? ¿Es la de Liberación o la del otro que parece vendedor de carros usados?
Don Filemón, el taxista pirata que juró haber llevado a Laura Chinchilla al aeropuerto (y a Keylor Navas al súper), entra sudando, con la camisa abierta hasta el ombligo y un periódico enrollado como si fuera bate de béisbol.
—¡Yo sé quién decide esto! —grita—. ¡Es la fracción de los que comen ceviche en el Congreso! ¡Yo los he llevado! ¡Se suben oliendo a colonia cara y se bajan oliendo a traición!
Doña Mary le pone un casado enfrente sin preguntar. Filemón lo mira como si fuera reliquia sagrada.
Entra entonces Don Beto, el carnicero, con una bolsa de hielo en la cabeza porque se cayó de la bicicleta persiguiendo a un perro que le robó un lomo.
—Oigan, ¿y si le quitan la inmunidad qué pasa? ¿Lo meten preso o lo mandan a hacer servicio comunitario barriendo el Parque de la Merced?
El Chiquitico alza el dedo índice como profesor de primaria:
—No, hombre. Si le quitan la inmunidad lo que pasa es que el Presidente ya no puede decir “yo no fui” con esa carita de niño bueno. Tendrá que decir “fue mi otro Rodrigo Chaves, uno que se parece a mí pero con menos carisma”.
Don Chalo, que casi nunca habla, suelta la bomba:
—A mí lo que me preocupa es que si lo desaforan, ¿quién va a seguir diciendo que todo está bien mientras el dólar está en 600 colones y la cebolla parece bola de boliche?
Silencio sepulcral. Hasta el ventilador chino parece dejar de girar por respeto.
Doña Mary rompe el momento con su voz de trueno:
—¡Pues que lo desaforen o no, aquí el casado sigue costará 500 colones más la semana que viene! ¡Así que dejen de hablar pendejadas y paguen la cuenta!
Don Filemón se levanta, dramático:
—Yo propongo una moción: que la fracción venga aquí al Bar La Sele a votar. Les damos guaro de contrabando, chicharrón y les ponemos reguetón viejo. En diez minutos deciden cualquier cosa, hasta si el Papa es católico.
El Chiquitico anota frenéticamente en la servilleta:
“Título para mañana: ‘Congreso traslada sesiones al Bar La Sele: se aprueba inmunidad eterna y happy hour perpetuo’”.
Don Roderico, por primera vez en 27 años, termina su cerveza y pide otra.
—Brindemos, muchá. Porque da igual lo que vote la fracción: aquí en Costa Rica la única inmunidad que funciona de verdad… es la que te da Doña Mary cuando te sirve arroz con polio.
Todos alzan sus Imperiales tibias.
—¡Salud!
—¡Y que viva el Presidente… sea quien sea mañana!
Y en la tele, el noticiero sigue repitiendo la misma frase en loop, como si fuera reguetón de los 2000:
«La inmunidad de Rodrigo Chaves depende de una fracción…»
Doña Mary apaga el televisor de un manotazo.
—Aquí la única fracción que manda es la del casado: arroz, frijoles, carne y plátano y huevo. El resto… pura paja.
Y colorín colorado, este desafuero todavía no se ha votado.
Pura vida, muchá. Y pasen pagando.

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