Por Franco Cerutti
Bar La Sele, Alajuelita, 23 de noviembre de 2025, 11:17 a.m.
El televisor todavía muestra el 1-0 de Haití en repetición, como si alguien hubiera apretado el botón de “tortura eterna” por error.
Don Chalo, detrás de la barra, limpia el mismo vaso desde hace media hora. El vaso ya está tan limpio que refleja la cara de la Sele perdiendo y nadie quiere mirarlo.
Don Pepito “El Chiquitico”, cronista oficial, está subido en una silla con un micrófono imaginario hecho de servilleta:
—Señores, ¡histórico! ¡Haití nos ganó con un gol que parecía un pase al bus de Curazao! ¡El Piojo Herrera ya está empacando sus bigotes para México! ¡Dicen que la Fedefútbol le va a pagar un millón de dólares por irse! ¡Un millón! ¡Con eso yo arreglo el techo del bar, le pongo WiFi a Doña Mary y todavía me sobra pa’ comprar un defensa central que sepa qué es un offside!
Doña Mary, sin dejar de cortar casado con la precisión de un cirujano japonés, suelta sin mirar:
—Con ese millón yo le pongo aire acondicionado al país entero, para que los jugadores no suden tanto y piensen mejor.
Don Roderico, sentado siempre en la misma mesa junto a la ventana que da al potrero donde pastan tres vacas y un sueño, levanta su Imperial tibia:
—Un millón… Yo con un millón le compro un cerebro nuevo a Keylor y se lo regalo al que venga después. Porque este que trajeron parece que lo pidió en Temu, versión genérica.
Entra Don Filemón, el taxista pirata, con la camisa más sudada que la Sele en el segundo tiempo:
—¡Buenas! ¡Yo acabo de dejar a Laura Chinchilla en el aeropuerto! Me dijo: “Filemón, vámonos ya, que este país se hundió más rápido que mi Toyota en el río Torres”.
Don Chalo, sin dejar de limpiar el vaso fantasma:
—Filemón, si vos llevaste a Laura Chinchilla, yo llevé a Óscar Arias a comprar cigarros en la pulpería de doña Fefa.
Filemón se ofende tanto que casi se le cae el retrovisor que lleva colgando del cuello como medalla:
—¡Es en serio! ¡Me pidió que la dejara en la puerta de migración porque ya no aguanta más! Dice que se va a vivir a Haití, que allá al menos ganan de vez en cuando!
Entra don Beto, el vecino que siempre llega cuando hay mala noticia para ponerla peor:
—Oigan, ¿ya vieron? Ahora van a pagarle al Piojo un millón por irse y todavía le van a dar una plaquita que diga “Gracias por los servicios prestados”. ¿Servicios? ¡Si nos dejó más servidos que casado de Doña Mary un sábado al mediodía!
Doña Mary levanta el cuchillo como si fuera Excalibur:
—Repetí eso, Beto, y te sirvo un casado con piedra de río en vez de chicharrones.
Silencio sepulcral. Hasta las vacas del potrero dejaron de masticar.
Don Pepito “El Chiquitico” vuelve a tomar la servilleta-micrófono:
—Propongo algo, señores. Hagamos una vaquita. Recolectamos el millón que le van a dar al Piojo, se lo quitamos de las manos y se lo damos a Haití para que nos devuelvan los tres puntos. Total, ellos tampoco los necesitan, allá nadie mira fútbol, están ocupados ganándonos.
Don Roderico asiente muy serio:
—Excelente idea. Y si sobra plata, contratamos a un entrenador que sepa que Costa Rica queda en Centroamérica y no en la Conmebol de los sueños húmedos de don Rodolfo.
Don Chalo finalmente deja el vaso (que ya está más limpio que la conciencia de un árbitro honesto) y dice con voz de entierro:
—Miren, yo no sé de fútbol, pero sí sé de números. Un millón de dólares son como… 520 millones de colones. Con eso se paga la luz de Alajuelita por diez años. O se compran 520.000 cervezas Imperial. O se le pone GPS a todos los defensas para que sepan dónde está la portería propia.
Doña Mary remata mientras sirve el casado número 47 del día:
—O se le da a la Sele un espejo. Para que se vean bien antes de salir a jugar.
En la tele, el gol de Haití vuelve a repetirse. El bar entero se queda callado. Hasta Filemón deja de contar que llevó a Figueres en el taxi.
Don Pepito baja de la silla, se sienta, pide otra cerveza y sentencia:
—Señores… hoy no es día de fútbol.
Hoy es día de casado, de Imperial fría y de llorar en silencio.
Pero mañana… mañana volvemos a creer.
Porque si no, ¿para qué carajo existe este bar?
Y todos, hasta las vacas del potrero, brindan con lo que tengan en la mano.
Pura vida… o lo que queda de ella.

Deja tu comentario