Por Franco Cerutti

Bar La Sele, Alajuelita, 26 de noviembre del 2025, 11:47 de la mañana.
El sol pega como si estuviera enojado con el zinc y el ventilador de techo gira con la misma esperanza que un sapo en una licuadora.

Don Chalo, detrás del mostrador, limpia el mismo vaso desde hace media hora.
Doña Mary, en la cocina, golpea el arroz como si el grano le debiera plata.
Don Roderico lee La Extra con la misma cara que pondría si le dijeran que el cielo es azul pero mañana será morado.

En la mesa del fondo, Don Pepito “El Chiquitico”, cronista oficial del bar, ya tiene la libreta abierta y el lápiz mordido.

—Aquí viene la crónica del día —anuncia—, título provisional: «El Gobierno subasta el aire y nos quedamos sin oxígeno para insultar».

Don Filemón, que acaba de llegar oliendo a taxi pirata y a promesas incumplidas, levanta la mano:

—Yo llevé a Laura Chinchilla al aeropuerto en el 2012 y ella me dijo: «Filemón, algún día el espectro radioeléctrico será más caro que el café». Yo le creí, por eso nunca cobré completo.

En eso se escucha un ruido que parece que alguien metió un enjambre de avispas dentro de una licuadora oxidada.
Es Pedro “Flash”, el nuevo, que frena (o lo intenta) su bicicleta-motorizada-pulmón-de-fierro-old fuera del bar. La bici no tiene frenos, así que Flash usa la técnica ancestral: choca contra el poste de luz, da tres vueltas y cae de pie como gato borracho.

—¡Casado con chicharrón para don Chalo! —grita, entrando con la caja térmica colgando como medalla olímpica.

Doña Mary asoma la cabeza:

—Flash, mijo, ¿otra vez sin frenos? Un día te vas a matar y me vas a dejar sin cliente.

—Doña Mary, la muerte me tiene miedo, yo voy más rápido que ella.

Don Roderico baja el periódico.

—Hablando de miedo… ¿Ya leyeron lo de las frecuencias? El Gobierno va a subastar las ondas de radio y televisión. ¡Nos van a cobrar por respirar en FM!

Don Pepito anota con letra temblorosa:

—Nota mental: en el futuro, para escuchar Radio Reloj habrá que pagar peaje.

Don Filemón se rasca la cabeza:

—O sea que si quiero poner mi emisora pirata «Filemón al Volante 69.9» me van a pedir plata que no tengo ni en sueños.

Flash, que ya se sentó y se sirve un fresco sin pedir permiso, suelta:

—Tranquilos, muchá. Yo tengo solución. Montamos un canal en la bici. Ponemos un parlante chino en el manubrio y transmitimos desde Alajuelita hasta Escazú. Nombre: «Radio Flash, la voz que llega antes que la policía».

Doña Mary trae el casado y lo planta con fuerza:

—Ustedes hablen de radio, pero mientras tanto la Conferencia Episcopal dice que esto es un atentado a la libertad de expresión. ¡Hasta los curas están bravos! Eso sí es noticia.

Don Chalo, que por fin soltó el vaso, suspira:

—Imagínense: mañana amanezco y para poner Monumental Deportivo tengo que pasar tarjeta en el radio del carro. «Gracias por su pago, disfrute los goles en calidad 4K… de audio».

Don Roderico se agarra la cabeza:

—Y las emisoras comunitarias, ¿qué? La de León XIII, la de Hatillo… ¡se van a quedar mudas! El pueblo sin voz, solo con reggaetón pagado por el chino de la esquina.

Flash levanta la mano como en clase:

—Yo propongo resistencia civil. Todos pedaleamos con bocinas gritando «¡Devuelvan las ondas, carajo!». Mi bici hace 70 km/h cuesta abajo, nadie nos para.

Don Pepito garabatea furioso:

—Escena histórica: Flash liderando la revolución ciclista, sin frenos ni miedo, seguido por 47 taxistas piratas, 12 emisoras clandestinas y doña Mary con la olla de frijoles como arma contundente.

Don Filemón asiente con orgullo patrio:

—Y yo llevo a monseñor en el taxi, sin taxímetro, por la causa.

Doña Mary cruza los brazos:

—Mientras ustedes sueñan, yo ya estoy pensando en cobrar extra por el casado si me quitan el canal de cocina.

En eso suena otra vez el motor-apocalipsis de Flash. Se para de un salto:

—¡Otro pedido! Pollo frito para Pavas. ¡Nos vemos, revolucionarios de pacotilla!

Sale, monta la bici, arranca y desaparece dejando una nube negra y el eco de su grito:

—¡Las ondas son del pueblo, no del Gobierno… ni de Uber Eats!

Silencio en el bar.
Don Chalo vuelve a limpiar el mismo vaso.
Don Roderico dobla el periódico.
Don Pepito cierra la libreta y sentencia:

—Crónica terminada. Título definitivo: «El día que Flash casi nos salva la democracia… y casi nos mata del corazón».

Y en Alajuelita, por un segundo, hasta el sol pareció reírse.