Por Franco Cerutti
**¡Bajaron la gasolina, muchá!**
(Crónica desde el Bar La Sele, Alajuelita, 6 de diciembre de 2025)
Entró Don Chalo al bar dando portazos como si hubiera ganado la lotería de Navidad, pero sin boleto.
—¡Muchá, la ARESEP nos ama! ¡Bajaron la gasolina! ¡Super a ¢682, regular a ¢659, diésel a ¢612! ¡Ya pueden venir los Reyes Magos en Ferrari!
Don Pepito “El Chiquitico”, que estaba anotando en su libreta la alineación ideal de la Sele para el Mundial 2074, levantó la cabeza con cara de quien acaba de ver al Papa en bicicleta.
—¿Bajaron? ¿Seguro? Porque yo ayer llené el tanque del Tsuru y me salió más caro que la boda de mi hija, que por cierto todavía me debe la cuota del DJ.
Doña Mary, desde la cocina, sin dejar de revolver el arroz con pollo que lleva cincuenta años revolviendo (y que sabe exactamente igual que hace cincuenta años), soltó la sentencia:
—Bajan cuatro pesos y ya creen que somos Dubái. Cuando suben cuarenta nadie dice ni pío, pero cuando bajan cuatro ya quieren ponerle luces LED al carro de Don Filemón.
Don Filemón, que justo llegaba sudando porque su taxi pirata (un Hyundai Atos 2004 con más parchos que un quilt de abuelita) se le había quedado otra vez en la Cuesta de Moras, se acomodó en la barra como si fuera el trono de Buckingham.
—¡Yo sabía! ¡Yo sabía que iba a bajar! Por eso ayer llevé a Laura Chinchilla al aeropuerto y le dije: “Doña Laura, baje la gasolina, que el pueblo sufre”. Y mírenla, me hizo caso. Qué mujer tan obediente.
Don Roderico, que lleva veinte años sentado en la misma silla viendo el mismo partido de Alajuelense contra Saprissa del 98 (porque el televisor del bar solo agarra ese canal), murmuró sin quitarle ojo a la pantalla:
—La última vez que me hizo caso Laura Chinchilla fue cuando me dijo que el puente de la platina iba a estar listo en seis meses. Llevo doce años esperando, y ahora la gasolina baja y yo sigo con el tanque vacío porque no tengo ni para el pasaje del bus.
En eso entró Don Berna, el vecino que colecciona recibos de gasolina desde 1987 “para cuando haya juicio final y tenga que demostrar que el diablo maneja un Hummer”.
—¡Miren esto! —gritó mostrando un papelito—. Ayer llené 40 litros a ¢720. ¡Hoy me hubieran cobrado ¢27.280 en vez de ¢28.800! ¡Me robaron mil quinientos veinte colones! ¡Voy a demandar al Estado, a la ARESEP y al señor que me vendió los churros en la bomba!
Don Chalo le sirvió un fresco de chan sin hielo (porque el hielo también subió).
—Tranquilo, Berna. Con lo que te ahorras hoy, mañana te compras medio churro.
El Chiquitico, siempre filósofo, cerró su libreta y soltó la reflexión del día:
—O sea, resumiendo: la gasolina baja, pero mi Tsuru sigue sin arrancar, Filemón sigue diciendo que llevó a Laura Chinchilla (que ya ni vive aquí), Doña Mary sigue con el mismo casado desde la administración Arias Sánchez, y Roderico sigue viendo el mismo gol de Rolando Fonseca. ¿Entonces qué carajos cambió?
Doña Mary, desde la cocina, sin inmutarse:
—Nada. Pero al menos ahora cuando vengan a quejarse, que vengan en carro y no a pie.
Y todos brindaron con fresco tibio.
Porque en Costa Rica, hasta cuando bajan la gasolina, la vida sigue igualita.
Pero con cuatro pesos menos de drama.

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