Por Franco Cerutti

### Los Indecisos Gobiernan el País

En el Bar La Sele, en lo alto de Alajuelita, donde la niebla se mezcla con el humo de los cigarrillos y el aroma eterno de los casados que Doña Mary lleva sirviendo desde que Pelé era un proyecto de Dios, esa tarde de diciembre entró Don Pepito, “El Chiquitico”, cronista oficial del bar, con el periódico doblado bajo el brazo como si trajera la noticia de que la Sele había ganado un Mundial por fin.

— ¡Don Chalo! —gritó nada más cruzar la puerta—. ¡Traigo la encuesta que va a cambiar la historia de Costa Rica!

Don Chalo, el dueño, que estaba limpiando un vaso con la misma bayeta desde 1982, levantó una ceja sin dejar de frotar.

— ¿Otra vez con encuestas, Chiquitico? El otro día dijiste que Laura Fernández ganaba fácil, y al día siguiente salió otra que decía que ganaba un tal Álvaro Ramos que nadie conoce ni en su casa.

El Chiquitico desplegó el periódico sobre la barra, con gesto dramático, como si estuviera revelando el mapa del tesoro de Limón.

— ¡Miren aquí! Según el CIEP de la UCR y el Idespo de la UNA, los indecisos lideran con un 43-45%. ¡Cuarenta y cinco por ciento! ¡Eso es más que los votos que sacó Figueres en el 94! Laura Fernández va adelante con un 30%, pero los indecisos son los verdaderos patrones del país. ¡Ellos deciden todo!

Don Roderico, cliente fijo que lleva veinte años sentado en la misma silla esperando que le toque la lotería, soltó una carcajada que sonó a tos de fumador.

— ¿Indecisos? ¡Si aquí en el bar somos expertos en indecisos! Yo, por ejemplo, llevo quince años indeciso entre pedir otro casado o cambiarme a la gallo pinto. Y Doña Mary sigue sirviéndome casado porque sabe que al final siempre digo “mejor lo de siempre”.

Doña Mary, que justo pasaba con una bandeja humeante, dejó caer un casado delante de Don Roderico sin preguntarle.

— Cincuenta años sirviendo casados, Roderico, y todavía indeciso. Ustedes los hombres son iguales en todo: en la comida, en el fútbol y ahora en la política.

En eso entró Don Filemón, el taxista pirata, quitándose la gorra con reverencia exagerada.

— ¡Buenas! Yo sí estoy decidido: voto por quien me prometa arreglar las calles de Alajuelita. El otro día llevé a Laura Chinchilla al aeropuerto… bueno, a una señora que se parecía mucho… y me dijo que los indecisos son los que mantienen la democracia viva. ¡Porque mientras no deciden, nadie gana y todos seguimos igual!

El Chiquitico golpeó la barra con el periódico.

— ¡Exacto! Imagínense: los indecisos son como el cliente que entra al bar, mira la carta veinte minutos, pide una Imperial, luego dice “mejor una Pilsen”, después “no, una Bavaria”, y al final se va sin tomar nada porque “mañana vengo decidido”. ¡Ese es el 45% del país! Laura Fernández va primera, pero sin los indecisos no llega ni a segunda ronda. Álvaro Ramos, Ariel Robles, Claudia Dobles… todos peleando por migajas mientras los indecisos se sientan a ver el partido.

Don Chalo suspiró, sirviendo una ronda de cervezas que nadie había pedido.

— Entonces, según eso, ¿quién gana las elecciones?

El Chiquitico se rascó la cabeza, miró el periódico, miró al techo, miró la cerveza.

— Pues… estoy indeciso.

Todos estallaron en risas. Don Roderico levantó su casado como brindis.

— ¡Brindemos por los indecisos! ¡Ellos son los únicos que nunca se equivocan, porque nunca eligen!

Y en el Bar La Sele, esa tarde, nadie decidió nada. Ni el voto, ni la próxima ronda, ni si el casado llevaba o no chimichurri. Total, para qué apresurarse si los indecisos mandan en el país. Mañana, Dios dirá. O la próxima encuesta.