Por Franco Cerutti

### La Gran Chilena del Destino y Otras Locuras en el Bar La Sele

En el Bar La Sele de Alajuelita, donde el café sabe a victoria y las cervezas a derrota ajena, el aire estaba más cargado que un balón en el área chica. Era la mañana después de la final del Apertura 2025, y el sol se filtraba por las ventanas empañadas como si quisiera espiar las discusiones. Don Chalo, el dueño, limpiaba el mostrador con un trapo que había visto más guerras que un árbitro de clásico, mientras Doña Mary, su esposa eterna, servía casados con cincuenta años de práctica, como si cada plato fuera un pase gol.

Don Pepito, “El Chiquitico”, cronista oficial del bar y narrador de hazañas imposibles, entró tambaleándose con un periódico arrugado bajo el brazo. “¡La Liga es campeona! ¡3-1 al Saprissa! ¡Y con una chilena que ni Pelé en sus sueños de opio!” gritó, subiéndose a una silla que crujió como un hueso viejo. El Chiquitico medía un metro cincuenta, pero su voz llegaba hasta el Volcán Poás. “Ronaldo Cisneros abrió el marcador de cabeza en el 25, como si el balón fuera una piñata en fiesta de cumpleaños. Luego, ese tal Kenay Myrie del Saprissa hace una chilena en el 51 que empata, ¡pero era una chilena al revés, como pedalear una bici hacia atrás en una cuesta arriba!”

Don Roderico, cliente fijo con bigote de general retirado, sorbía su guaro con limón y soltaba: “¡Ja! Esa chilena fue un accidente, como cuando uno tropieza y cae en un pozo de oro. Pero luego vino Fernando Piñar en el 73, reboteando el balón como si fuera una pelota de ping-pong en un terremoto, ¡2-1! Y Anthony Hernández en el 84, desde media cancha, como disparando un cohete a la luna. Saprissa quedó como un globo desinflado en una fiesta de pinchazos.”

Doña Mary, sin dejar de servir un casado que parecía una montaña de arroz con carne y amor, murmuró: “Yo vi el partido en la tele del bar, y ese Gerald Taylor expulsado al final parecía un toro enloquecido. Cincuenta años sirviendo aquí, y nunca vi a los morados tan morados de rabia. ¿Otro casado, Roderico? Este lleva extra picante, como la defensa de la Liga.”

Entró Don Filemón, el taxista pirata, con su sombrero ladeado y una historia nueva cada día. “Yo llevé a Laura Chinchilla al aeropuerto una vez, ¿sabían? Pero anoche, después del partido, recogí a un saprissista que lloraba como si le hubieran robado el alma. ‘Lléveme a Tibás’, me dice, ‘pero despacio, que no quiero llegar a un mundo sin título’. Y yo le digo: ‘Hermano, la Liga ganó 3-1, global 5-3, es como si el destino les hubiera dado una patada voladora’. ¡Ja! Terminé cobrándole doble por el consuelo.”

De repente, apareció Tío Beto, un viejo hincha morado con una camiseta descolorida que parecía un mapa de lágrimas. “¡Fraude! Esa chilena de Myrie era para ganar el Balón de Oro, pero los árbitros son rojos de nacimiento. Y ese Bayron Mora en la portería de Alajuelense, parando tiros como un muro con manos. ¡Es un complot de los manudos para dominar el universo!”

Don Chalo, desde atrás del mostrador, soltó una risa que sacudió las botellas. “Aquí en La Sele, el fútbol es como la vida: absurdo y lleno de rebotes. Saprissa dominó al principio, pero Alajuelense controló la segunda parte como un taxista en hora pico. Cambios por aquí, amarillas por allá, ocho minutos added como si el tiempo se estirara como chicle. Y al final, la caravana roja en las calles de Alajuela, con gente bailando como si el volcán hubiera erupcionado confeti.”

El Chiquitico, bajándose de la silla con un salto cómico, concluyó: “Es el título 31, amigos. Pero en este bar, cada victoria es una excusa para otra ronda. ¿Quién dice que el fútbol no es nonsense? Un gol de cabeza, una chilena loca, un rebote divino y un tiro de lejos. ¡Salud por la Liga, y que los morados sigan soñando con chilenas invertidas!”

Y así, en el Bar La Sele, la conversación siguió girando como un balón en el aire, entre casados, guaros y risas absurdas, mientras Alajuelita celebraba una victoria que parecía sacada de un sueño disparatado.