Por Franco Cerutti
En el Bar La Sele de Alajuelita, donde el café sabe a nostalgia y el guaro a promesas electorales, el sol de diciembre entraba por la ventana rota como un candidato tardío pidiendo votos. Don Pepito, “El Chiquitico”, cronista oficial del bar (y de todo lo que se mueve en un radio de tres cuadras), estaba encorvado sobre el mostrador, con su libreta manchada de arroz con pollo, garabateando las hazañas del día. «¡Mirá vos, muchachos! La Nación ha lanzado una herramienta interactiva para comparar a los 20 candidatos a la Presidencia. Como un álbum de figuritas, pero en vez de futbolistas, son políticos que prometen arreglar el país sin romperlo más».
Don Chalo, el dueño, limpiaba un vaso con un trapo que había visto mejores días (probablemente en la época de Figueres), y soltó una risa que sonaba como un motor de bus viejo. «Interactiva, decís. ¿Eso significa que podés pincharlos con el dedo y ver si sangran oro o solo mentiras? Porque yo, con mi viejo radio, ya comparo candidatos: uno grita más que el otro, y al final todos dejan el país como mi bar después de un clásico: lleno de deudas y botellas vacías».
Doña Mary, que llevaba cincuenta años sirviendo casados (y casando a más de uno con su sopa de mondongo), salió de la cocina con una bandeja humeante. «Ay, Chalo, no seas tan amargo. Yo usaría esa herramienta para ver quién promete bajar el precio del arroz. Si es interactiva, ¿podré arrastrar al candidato y tirarlo a la basura si no me gusta? Como cuando tiro tus calcetines viejos». Los clientes rieron, y un gallo que se había colado por la puerta cacareó en aprobación, como si fuera un experto en encuestas.
Don Roderico, cliente fijo con su sombrero ladeado como un plan de gobierno torcido, levantó su cerveza tibia. «¡Interactiva! Eso es lo que necesitamos. Imaginen: pinchás a uno y sale un globito diciendo ‘Prometo carreteras sin huecos’, pero si lo pinchás dos veces, confiesa ‘Huecos patrocinados por mi cuñado’. Yo compararía sus narices: la más larga gana, porque miente mejor. ¿Y si la herramienta te deja mezclar candidatos? Un poco de Figueres con un chorrito de Chaves, y ¡zas!, un presidente que discute consigo mismo en el espejo».
Entró Don Filemón, el taxista pirata, con su camisa desabotonada y una historia fresca: «Yo llevé a Laura Chinchilla al aeropuerto una vez, y me dijo que las herramientas interactivas son como mis taxis: parecen modernos, pero al final te dejan varado en el tráfico de la política. ¿20 candidatos? Eso es un atasco peor que la Ruta 27 en hora pico. Usaría la herramienta para ver quién corre más rápido de los escándalos. Pinchás ‘corrupción’ y ¡bum!, salen volando como palomas en boda».
De repente, un tipo nuevo, Don Lalo (un electricista que juraba haber cableado la Casa Presidencial con alambres de tendedero), se unió al coro: «Yo la usaría para un juego: compara sus promesas con fotos de gatos. Si el candidato parece más mentiroso que un gato diciendo ‘no fui yo quien rompió el jarrón’, lo elimino. Interactiva, decís. ¿Y si la hackeo para que todos los candidatos bailen salsa? Así vemos quién tiene ritmo para gobernar».
El bar estalló en carcajadas, con Doña Mary sirviendo otro casado a un fantasma imaginario en la esquina. Don Pepito anotaba furiosamente: «Herramienta interactiva de La Nación: 20 candidatos en un circo digital. Veredicto del Bar La Sele: mejor compararlos con un trago fuerte, porque al final, todos dejan resaca». Y así, en Alajuelita, las elecciones seguían siendo un chiste non-sense, donde las herramientas interactivas eran solo otro pretexto para que el guaro fluyera y las promesas se evaporaran como el humo de un puro viejo.

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