Por Franco Cerutti
### Crónica del Bar La Sele: Heces en la Feria (versión con narración suave)
Por Don Pepito, “El Chiquitico”, Cronista Oficial del Bar La Sele, Alajuelita.
La barra estaba llena esa mañana del 30 de diciembre, con el sol colándose por las persianas como si quisiera limpiar el aire de tanta noticia sucia. Don Chalo, mientras pasaba el trapo eterno por un vaso que ya parecía parte de su mano, soltó la bomba sin aviso.
—Mae, ¿leyeron lo de las ferias? En Zapote y Pedregal encontraron heces en la comida. ¡Heces, carajo!
Don Roderico entró en ese momento con el sombrero torcido y una cara de quien ha perdido una apuesta con su propio estómago.
—¿Heces? —repitió, dejándose caer en su banquito—. Ayer me comí un pincho de carne en Zapote. Ahora siento que mi panza está organizando una manifestación.
Desde la cocina, sin asomarse siquiera, Doña Mary le contestó con esa voz que lleva cincuenta años sirviendo casados.
—Roderico, si come en feria es porque le gusta jugar a la ruleta rusa con el intestino. Aquí cincuenta años de casados y cero sorpresas marrones, gracias a Dios.
Justo entonces llegó Don Filemón, aparcando el taxi pirata en la acera como si fuera su oficina privada, y entró agitando un periódico arrugado.
—Escuchen, escuchen —anunció con dramatismo—. Las inspecciones dicen: falta de jabón, baños sucios, comida con rastros… ya saben. Yo digo que es venganza de los vendedores porque la gente ya prefiere delivery.
Roderico lo miró con media sonrisa.
—Filemón, usted que llevó a Laura Chinchilla al aeropuerto, ¿no la puede llevar también a los inspectores? Que se vayan lejos con su higiene.
Filemón se encogió de hombros mientras Don Chalo le servía una cerveza tibia.
—Chinchilla me dio propina en dólares porque el carro olía a aventura. Los inspectores no pagan ni el pasaje.
Chalo soltó una risita seca.
—Aquí al menos las heces están en el baño. Y el baño tiene jabón… a veces.
En ese instante irrumpió Tío Beto con una bolsa de chicharrones que juraba eran “higiénicos al cien por cien”.
—Oigan —dijo levantando la voz—, yo creo que las heces vienen de los toros mecánicos. La gente se sube, gira y ¡plop! Sale volando lo que no debe.
Doña Mary asomó la cabeza por la ventanita de la cocina, furiosa, con el cucharón en alto.
—Beto, cállese con eso mientras sirvo casados. Mi receta es sagrada: arroz, frijoles, carne… y cero plop.
Roderico, ya con la segunda cerveza en la mano, empezó a soñar en voz alta.
—Hagamos una comisión. Yo pruebo los pinchos, Filemón lleva a los culpables al aeropuerto, y Pepito lo escribe todo.
Filemón levantó su vaso como brindis.
—Y si encontramos heces, las usamos de abono para el cafetal de Alajuelita. ¡Reciclaje tico puro!
Chalo chocó su vaso contra los demás con una sonrisa cansada.
—Salud por la higiene… o por lo que quede de ella.
Y todos, al unísono, con el tintineo de los vasos y el aroma de casados flotando en el aire, gritaron:
—¡Que viva el casado limpio!
Fin de la crónica. Mañana más porquería, pero con amor, desde Alajuelita.

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