Por Franco Cerutti

En tiempos de crisis y desesperación, los seres humanos tendemos a buscar cualquier solución posible para aliviar nuestros problemas. Desde la meditación hasta el ejercicio, pasando por la lectura de libros de autoayuda o la terapia psicológica, las opciones son variadas. Sin embargo, hay una técnica que se ha mantenido en el subconsciente colectivo como una solución infalible para deshacerse de alguien molesto: el uso de un muñeco vudú.

El problema es que, en estos tiempos modernos, la demanda por estos muñecos ha superado por mucho la oferta disponible. La gente está desesperada por encontrar uno y, cuando lo hacen, están dispuestos a pagar precios astronómicos por él. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: porque creen que pueden controlar a la persona que representa el muñeco.

Pero ¿cómo es que la gente llega a esa conclusión? ¿Cómo es posible que alguien crea que clavando una aguja en un muñeco puede causar dolor a otra persona en la vida real? La respuesta es simple: la desesperación y la falta de opciones nos llevan a creer en cosas que no tienen sentido.

Es fácil imaginar a un grupo de personas desesperadas, agolpándose frente a una tienda de esoterismo en busca de un muñeco vudú. Una de ellas, con el ceño fruncido, exclama: «Tanta gente. Tan pocos muñecos vudú disponibles». Y es que, en estos tiempos difíciles, la competencia por el control de las personas se ha vuelto feroz.

La situación es tal, que incluso se han creado grupos en las redes sociales en los que la gente intercambia tips y trucos para hacer su propio muñeco vudú. ¿El problema? Que, al no ser un producto manufacturado, la efectividad de estos muñecos es incierta. Algunos dicen que sólo funcionan si se hacen con el cabello de la persona a la que se quiere controlar, otros aseguran que hay que clavar la aguja en un punto específico. Pero, ¿quién sabe realmente la verdad?

En conclusión, en estos tiempos de crisis, es importante no perder el sentido del humor. Aunque la competencia por los muñecos vudú pueda parecer ridícula, la realidad es que la desesperación puede llevarnos a creer en cosas absurdas. Lo importante es encontrar soluciones reales y efectivas a nuestros problemas, y no depender de técnicas mágicas que no tienen ningún sustento. Y, si todo lo demás falla, siempre podemos recurrir a clavarle agujas a una almohada en vez de a un muñeco vudú.