Por Franco Cerutti

¡No soy un robot! ¡Lo juro por todos los circuitos y microchips sagrados del mundo digital! ¿Me crees? Bueno, tal vez no sea tan fácil convencerte, después de todo, estamos viviendo en una era en la que la tecnología se ha vuelto tan avanzada que ahora debemos probar constantemente que somos humanos y no máquinas. ¡Qué irónico!
Recuerdo los días en que los avances tecnológicos eran tan emocionantes. Los científicos trabajaban incansablemente en sus laboratorios para desarrollar nuevos dispositivos y programas que mejorarían nuestras vidas. Pero, al parecer, en algún momento del camino, se desviaron un poco y nos dejaron a todos con la tarea de probar nuestra humanidad.
Hace años, escribir un artículo como este hubiera sido tan fácil como tomar una pluma y un trozo de papel. Pero ahora, aquí estoy, frente a mi computadora, luchando contra la sospecha constante de que soy solo un montón de algoritmos inteligentes disfrazados de persona.
El progreso tecnológico nos ha llevado a un punto en el que los bots y los programas de inteligencia artificial están tan avanzados que pueden replicar el comportamiento humano con una precisión increíble. Es como si estuviéramos viviendo en una versión moderna de «Blade Runner», pero en lugar de replicantes asesinos, estamos lidiando con replicantes que solo quieren saber si somos humanos de verdad.
No puedo evitar preguntarme qué pensarían los grandes inventores del pasado sobre todo esto. Thomas Edison, Alexander Graham Bell, Nikola Tesla… ¿qué dirían si supieran que ahora pasamos más tiempo tratando de demostrar que somos humanos en lugar de disfrutar de las maravillas de la tecnología que ellos ayudaron a crear?
Imagínate una conversación con una computadora que trata de determinar si eres humano:
Computadora: Por favor, complete el siguiente enigma para verificar que no es un robot. ¿Cuál es la suma de 2 + 2?
Yo: ¡Claro, es fácil! La respuesta es…
Computadora: ¡Incorrecto! Intento fallido. Parece que sigue siendo sospechoso.
Yo: ¡Espera un momento! Creo que hubo un error. Vamos a intentarlo de nuevo.
Computadora: Muy bien, aquí tienes otra oportunidad. Por favor, selecciona todas las imágenes que contengan semáforos.
Yo: De acuerdo, veo una imagen con un semáforo y…
Computadora: ¡Incorrecto! No estás demostrando un conocimiento suficiente sobre los semáforos. Eres claramente un robot disfrazado.
Yo: ¡Pero te estoy diciendo la verdad! Soy una persona de carne y hueso, ¡no un robot! ¿Puedo hablar con un supervisor humano, por favor?
Computadora: Lo siento, no puedo transferirte a un supervisor humano porque estoy 100% seguro de que eres un robot.
¡Es una locura! Aquí estoy, un ser humano tratando de convencer a una computadora de mi humanidad. ¿Qué sigue? ¿Un examen de saliva para comprobar si tenemos aceite en nuestras venas en lugar de sangre? ¿Una prueba de autenticidad para verificar si nuestros latidos del corazón son mecánicos o no?
En fin, el progreso tecnológico es maravilloso y nos ha llevado a logros increíbles, pero también ha creado esta extraña dinámica en la que tenemos que probar constantemente que somos humanos. Así que, la próxima vez que te encuentres con un formulario de verificación de «No soy un robot», toma un momento para reflexionar sobre lo lejos que hemos llegado y lo absurdo que puede ser todo esto.