Por Franco Cerutti

¡Cuidado con las manos curiosas! Ese es el lema de todos aquellos que hemos sufrido en carne propia el terrible flagelo de ser tocados mientras nos hablan. ¿Alguna vez te ha pasado? Estás ahí, tranquilo, escuchando atentamente lo que alguien te está diciendo, y de repente, ¡zas! Sientes un cosquilleo, un pellizco o un golpecito en el brazo como si fueras una pantalla táctil.
Es increíble cómo algunas personas no pueden contener sus impulsos de tacto mientras te hablan. Parece que sus manos tienen vida propia y están constantemente en busca de alguna superficie en la que posarse. Ya sea en la conversación más trivial o en una charla importante, siempre hay alguien dispuesto a poner sus manos en acción.
Uno de los momentos más molestos es cuando estás en una reunión de trabajo. Tu jefe está dando una larga y aburrida explicación sobre las últimas cifras de ventas, y de repente sientes una mano en tu hombro. Te giras, esperando ver a un colega interesado en tus ideas, pero no, ¡es solo alguien que necesita un punto de apoyo para no caerse de sueño! ¡Qué frustrante!
Y qué decir de esas personas que no solo te tocan, sino que también te agarran del brazo para resaltar algún punto importante en la conversación. Parece que piensan que necesitas un recordatorio físico para prestar atención. ¡Como si tus oídos no fueran suficientes! En esos momentos, uno se pregunta si debería llevar un cartelito que diga «¡No se necesitan manos adicionales, gracias!».
Incluso en situaciones sociales más relajadas, el toqueteo indeseado puede arruinar cualquier momento. Estás en una fiesta, charlando con amigos y riendo, cuando de repente alguien decide que es el momento perfecto para darte un suave golpe en la espalda como muestra de camaradería. ¡Ouch! ¿Es necesario recordar así que estás vivo? ¡Claro que no!
Y no podemos olvidar a esos individuos que, sin importar el contexto, tienen la extraña manía de pellizcarte o darte pequeños toques en el brazo mientras te hablan. ¿Creen que es divertido? ¿Piensan que eso nos hará recordar mejor lo que están diciendo? Bueno, permítanme decirles que están muy equivocados. En lugar de prestar atención a sus palabras, estamos más concentrados en evitar esos ataques inesperados.
Así que, por favor, si eres de esos entusiastas del tacto compulsivo, tómate un momento para reflexionar. Piensa en las pobres almas que están al otro lado de tus manos errantes. ¿Realmente necesitas tocar a alguien mientras le hablas? ¿No sería mejor canalizar esa energía en expresiones faciales o gestos verbales más amigables? Todos te lo agradeceremos.
Mientras tanto, el resto de nosotros seguiremos entrenando nuestros reflejos para evitar tus toques inoportunos. Desarrollaremos movimientos ninja para esquivar tus manos invasoras. Seremos esquivos y ágiles, como gatos en una habitación llena de estornudos. ¡Aprende a comunicarte sin necesidad de asaltarnos físicamente, por el bien de la humanidad!
Y así, queridos lectores, llegamos al final de este hilarante viaje por la odisea de ser tocados mientras nos hablan. Recuerden, mantengan sus manos en sus bolsillos, utilicen gestos amigables y respeten el espacio personal de los demás. Solo así podremos construir un mundo en el que todos podamos comunicarnos sin temor a ser asaltados por manos extrañas. ¡Hasta la próxima, y que las manos ajenas estén siempre lejos de nuestros cuerpos!