Por Franco Cerutti

¡Bienvenidos, intrépidos viajeros, a la maravillosa aventura de los vuelos con 4 horas de atraso! ¿Preparados para disfrutar de una experiencia única y, por qué no decirlo, inolvidable? Olvidaos de las filas de seguridad rápidas, los embarques sin problemas y las llegadas puntuales, porque en este peculiar viaje nos sumergiremos en un mundo donde el tiempo parece no tener sentido y la paciencia se convierte en nuestro mayor aliado.

Todo comienza con esa encantadora notificación en nuestro teléfono móvil: «Tu vuelo ha sido reprogramado. Nuevo horario: ¡4 horas más tarde!». Oh, la emoción, la intriga, la decepción… ¡todo en uno! ¿Qué mejor manera de comenzar unas vacaciones que con una espera interminable en el aeropuerto?

La llegada al aeropuerto se asemeja a una peregrinación hacia la Tierra Prometida. Pasamos por un laberinto de señales confusas, escaleras mecánicas fuera de servicio y cintas transportadoras traicioneras. Pero no te preocupes, ¡es solo el aperitivo! La verdadera diversión comienza cuando te unes a la multitud ansiosa de pasajeros que esperan con paciencia (o no) en la puerta de embarque.

Una vez que alcanzas la tan anhelada puerta de embarque, te das cuenta de que este es solo el comienzo de tu viaje de resistencia. La sala de espera se convierte en tu hogar temporal, y te adentras en un nuevo mundo en el que el tiempo se estira de manera mágica y tus esperanzas se desvanecen lentamente. Mientras te acomodas en tu asiento, comienzas a preguntarte si en realidad has entrado en un agujero negro del espacio-tiempo y si alguna vez saldrás de allí.

Observas cómo el personal de la aerolínea corre de un lado a otro, aparentemente ocupado, pero con resultados poco visibles. Se escuchan anuncios confusos por los altavoces, mezclados con interminables disculpas y promesas de que «el avión llegará pronto». Las horas pasan y, mientras tanto, aprovechas para hacer nuevos amigos entre tus compañeros de infortunio. Al fin y al cabo, nada une más que la desesperación compartida y el humor negro que surge de la situación.

La sala de espera se convierte en un pequeño microcosmos donde se desarrollan todo tipo de dramas y tragedias cómicas. Los viajeros se sumergen en juegos de palabras, bromas sin fin y desvaríos creativos para mantener la cordura. El tiempo parece detenerse, y el aburrimiento se combate con conversaciones improvisadas sobre los destinos de los demás, anécdotas de viajes pasados y hasta teorías conspirativas sobre los motivos detrás de los retrasos.

Finalmente, cuando crees que la espera se prolongará eternamente, ¡un destello de esperanza! Se anuncia el embarque y la multitud se pone en movimiento. Pero, ¿qué es esto? ¡El avión está en el otro extremo del aeropuerto! Sí, mis queridos amigos, debemos correr como almas en pena, con el equipaje balanceándose y el sudor brotando de nuestros rostros, para alcanzar el avión antes de que decida partir sin nosotros.

Finalmente, a bordo del avión, se mezclan emociones contradictorias: alivio, agotamiento y un toque de resentimiento hacia el universo. Pero hey, al menos puedes disfrutar del inconfundible aroma a «asientos de avión» y de la siempre emocionante pregunta: «¿Me tocará el vecino de asiento roncador o el que quiere contarme su historia de vida completa?».

Y así, mis valientes viajeros, concluye nuestra pequeña aventura en el mundo de los vuelos con 4 horas de retraso. Una experiencia que, sin duda, se quedará grabada en nuestra memoria, aunque tal vez no por las razones correctas. Pero, recordad, ¡en la vida y en los viajes, el humor siempre será nuestro mejor compañero de vuelo!

…y a último momento te da cuenta también que has perdido también todas las conexiones de vuelo que te estaban esperando unas 6 o más horas antes.